Continuación

Observó que los ARA podrían provocar un aumento de los niveles de angiotensina II en el cerebro.

«Eso podría estar relacionado con los trastornos del estado de ánimo, y eso podría desencadenar un comportamiento de tipo suicida», sugirió Mamdani.

Sin embargo, actualmente no hay pruebas de que la angiotensina II tenga algo que ver con los estados de ánimo o la intención suicida, dijo el doctor Robert Carey, decano emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia.

«Creo que esas especulaciones son exactamente eso», dijo Carey. «No hay ningún mecanismo realista al que se pueda atribuir esa diferencia en el riesgo de suicidio».

Carey señaló que en estos pacientes podrían haber entrado en juego otros factores que podrían influir en el riesgo de suicidio. Por ejemplo, algunos tomaban antidepresivos o benzodiacepinas, «lo que podría haber influido en la tasa de suicidio», dijo.

El estudio tampoco evaluó el abuso de sustancias subyacente, las hospitalizaciones previas por motivos de salud mental ni las visitas previas al servicio de urgencias, dijo la doctora Suzanne Steinbaum, cardióloga del Hospital Mount Sinai de Nueva York.

El estudio se publicó en línea el 16 de octubre en JAMA Network Open.

«No creo que esto pueda interpretarse como una prueba para cambiar los ARA por los inhibidores de la ECA», concluyó Carey. «El mecanismo está absolutamente en el aire y necesita más estudios básicos».

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