Ballesta, principal arma de proyectiles de la Edad Media, consistente en un arco corto fijado transversalmente en una culata, originalmente de madera; tenía una ranura para guiar el proyectil, normalmente llamado cerrojo, un fiador para mantener la cuerda en posición de amartillado, y un gatillo para soltarlo. La ballesta, o arbalest, fue un importante logro técnico que tuvo la particularidad de ser prohibida (al menos para su uso contra los cristianos) por el Concilio de Letrán de 1139. Sus orígenes son oscuros, pero su primera aparición en Europa fue en las ciudades italianas tecnológicamente avanzadas de los siglos X y XI. El poder destructivo que lo hacía tan temido derivaba de la sustitución de la madera por el metal (hierro forjado o acero dulce) en su construcción. El arco de metal, relativamente corto, se doblaba por uno de los dos métodos. En la primera versión, el arquero colocaba el arma en el suelo, con el arco hacia abajo y la culata, o cruz, en posición vertical. Colocando el pie en un estribo en la parte inferior de la culata, se inclinaba, atrapaba la cuerda del arco en un gancho suspendido de su cinturón, se enderezaba y metía la cuerda en el dispositivo de cierre en la ranura de la culata. En la segunda versión se seguía utilizando el estribo, pero una manivela o cabrestante hacía retroceder la cuerda. Una pequeña palanca accionaba la liberación del cerrojo corto, o cañón, que era capaz de atravesar la cota de malla y tenía un alcance de hasta 300 metros (1.000 pies).

Ballesta

Ballesta de estribo, francesa, siglo XIV

Cortesía de las Colecciones del Museo de West Point, Academia Militar de los Estados Unidos

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A pesar de la introducción del arco largo inglés (o galés), con su mayor velocidad de disparo, la ballesta continuó su reinado como arma suprema de proyectiles de mano hasta, e incluso durante mucho tiempo después, la introducción de las armas de fuego. La gran ventaja de la ballesta era que no se necesitaba una fuerza especial para manejarla con eficacia. Además de su potencia, debió su largo éxito a su versatilidad (podía dispararse desde una posición reclinada o desde detrás de un parapeto) y a su munición menos voluminosa. Su menor cadencia de tiro (en comparación con el arco largo) también puede haber sido una ventaja en algunas situaciones. Hasta finales del siglo XV no cedió definitivamente el paso al arcabuz. Los méritos de la ballesta han sido demostrados en los tiempos modernos por los deportistas que la han utilizado para cazar caza mayor, aunque algunas jurisdicciones prohíben su uso. Véase también arco y flecha; tiro con arco.

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