A pesar de reinar durante 60 años en medio de la guerra, la revolución industrial y una enorme agitación social, Jorge III es quizá recordado ante todo como «el rey loco que perdió América». Sin embargo, fue un monarca amado por su pueblo, fomentó las artes y las ciencias y se interesó genuinamente por el bienestar de sus súbditos.

A través de entrevistas con historiadores, este documental intenta poner las cosas en claro sobre el verdadero Jorge, incluyendo la dolorosa enfermedad metabólica, la porfiria, que lo redujo a un inválido indefenso, manejado brutalmente por los médicos y finalmente condenado como lunático.

Nacido el 4 de junio de 1738, hijo mayor de Federico, Príncipe de Gales y Augusta, Jorge se convirtió en heredero del trono a la muerte de su padre en 1751, sucediendo a su abuelo, Jorge II, en 1760. Se casó en 1761 con Carlota de Mecklinburg-Strelitz, a la que estaba consagrado, y la pareja tuvo una prolífica quincena de hijos: nueve hijos y seis hijas. Fue el tercer monarca hannoveriano y, curiosamente, el primero en nacer en Inglaterra y en utilizar el inglés como primera lengua.

Hombre de letras

Como Jorge fue de hecho uno de los monarcas más cultos, tenemos mucho que agradecerle. Inició una nueva colección real de libros, de los que la asombrosa cifra de 65.000 fue cedida posteriormente al Museo Británico y formó el núcleo de la Biblioteca Británica. En 1768 ya había fundado y costeado en parte la creación de la Real Academia de las Artes. También se le conocía cariñosamente como «Farmer George», debido a su gran interés por la agricultura, especialmente en las fincas de la corona en Richmond y Windsor.

Dejad que los bergantines sean bergantines

En cuanto a la implicación de Jorge en la pérdida de las colonias americanas, en realidad no fue tan grande. Aunque se opuso a su intento de independencia hasta el final, no desarrolló las políticas que condujeron a la guerra de 1775-76 y que contaron con el apoyo del Parlamento. A pesar de la declaración de independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 1776, George creyó que defendía el interés nacional al conceder la derrota y evitar así la perspectiva de una larga guerra con la Francia revolucionaria.

Pegar a un hombre cuando está caído

El deterioro de la salud de Jorge se debió a una enfermedad llamada porfiria -un raro trastorno sanguíneo que, en su forma aguda, puede causar fuertes dolores abdominales, calambres e incluso ataques epilépticos. Jorge sufría ataques extremadamente violentos que ponían a prueba su dominio de la realidad y lo debilitaban en los últimos años de su reinado. Los médicos de la época prescribían sus arrebatos como un signo inequívoco de locura. Y sin embargo, tal vez lo más triste, las pruebas recientes sugieren que la medicación más común que se le daba a Jorge eran los polvos de James -que contenían trazas de arsénico-, algo que ahora se conoce como un desencadenante típico de los ataques graves de porfiria.

LA TRISTEZA DEL REY GEORGE

Hacia el final, la supuesta «locura» de Jorge supuso que su hijo mayor, Jorge, Príncipe Regente, se viera en la desalentadora situación de intentar gobernar según la voluntad cada vez más errática de su padre. Una carta escrita en esa época describe la situación: «…allí estaba sentado en el Trono con su Corona de Rey puesta… y tenía su discurso escrito para él, justo lo que tenía que decir. Pero, oh, querido, se acercó e hizo una reverencia y comenzó ‘Mis Señores y Pavos Reales'». A menudo atado con una camisa de fuerza y encadenado a una silla, George pasó sus últimos días sordo y ciego en la más absoluta miseria. Murió en el castillo de Windsor el 29 de enero de 1820.

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