Castilla, española Castilla, región central tradicional que constituye más de una cuarta parte de la superficie de la España peninsular. La parte norte de Castilla se llama Castilla Vieja y la parte sur se llama Castilla Nueva. La región formó el núcleo del Reino de Castilla, bajo el que se unió España a finales del siglo XV y principios del XVI.

Se sabe que el nombre de Castilla -que significa «tierra de castillos»- se utilizó por primera vez hacia el año 800, cuando se aplicó a un pequeño distrito al pie de la Cordillera Cantábrica, en el extremo norte de la actual provincia de Burgos. Castilla se expandió durante el siglo IX, pero siguió siendo un conjunto fragmentado de pequeños condados, cuyos gobernantes eran nombrados por los reyes de Asturias y León, hasta que los condados fueron unidos por Fernán González (m. 970), el primer conde de toda Castilla. Con él comienza la historia política de Castilla. Hizo que el nuevo condado fuera hereditario en su familia y le aseguró así una cierta autonomía bajo los reyes de León. En su época se estableció la capital del condado en Burgos y se produjo una expansión hacia el sur, hacia el territorio de los moros. Con los condes García Fernández (m. 1005) y Sancho García (m. 1017), el territorio castellano llegó hasta el río Duero. Las relaciones con los reyes de León, todavía nominalmente soberanos de Castilla, fueron frecuentemente malas.

En 1029 Sancho III el Mayor de Navarra, hijo de madre castellana, desligó a Castilla de León y a su muerte (1035) se la adjudicó a su segundo hijo, que fue el primero en asumir el título de rey de Castilla, como Fernando I (1037-65). Más tarde, Castilla se unió de nuevo a León (1072-1157), pero a partir de entonces los dos reinos volvieron a separarse. La hegemonía política y militar de Castilla sobre León fue establecida por Alfonso VIII de Castilla, que obligó al rey de León a rendirle homenaje (1188). Para entonces el dominio castellano se extendía hasta el sur del río Tajo y hacia el este hasta las modernas fronteras de Aragón. Sin embargo, los reyes leoneses nunca aceptaron la soberanía de Castilla y, en consecuencia, Alfonso IX de León se negó a apoyar al rey castellano en sus guerras contra la dinastía islámica bereber de los almohades. Así, la búsqueda castellana de su hegemonía política sobre León sirvió para debilitar el frente cristiano contra los musulmanes. En 1230 Fernando III, ya rey de Castilla, sucedió al trono leonés y ambas coronas quedaron finalmente unidas bajo el liderazgo castellano. Mientras tanto, el reino musulmán de Toledo en España había sido anexionado por Castilla en 1085 y, a mediados del siglo XII, la hegemonía política castellana en España era un hecho consumado. Las cortes europeas de la Baja Edad Media identificaban con frecuencia a Castilla con Hispania (España). La conquista cristiana definitiva de la mayor parte de la Andalucía musulmana, en el extremo sur, se llevó a cabo en tiempos de Fernando III.

En 1383-85 fracasó un intento de Castilla de anexionar Portugal por la fuerza, pero en 1412 un príncipe castellano, Fernando I, fue colocado con éxito en el trono aragonés, en parte como resultado del apoyo financiero y la fuerza militar castellanos. Este paso prefiguraba la unión personal de las dos coronas bajo Fernando e Isabel (1479). La parte española del Reino de Navarra fue anexionada por Castilla en 1512, completando así la formación de la España moderna.

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La lengua literaria de España tras su unificación fue el castellano vernáculo, y el centro del poder político y administrativo de España ha sido desde entonces siempre Castilla. La cultura española transmitida a Hispanoamérica también fue mayoritariamente castellana. Sin embargo, la oposición a la hegemonía política de Castilla por parte de las demás regiones, que gozaban de independencia total o parcial en la Edad Media, sigue siendo fuerte. Sigue siendo una cuestión viva, sobre todo porque los centros de poder industrial de España se encuentran en gran medida fuera de Castilla, cuya geografía la ha convertido en una zona económicamente atrasada. Se ha afirmado, con cierta exageración, que la Castilla medieval era un reino más progresista que sus vecinos, con un sentido de unidad y destino nacional más desarrollado. Su papel dominante en la historia de España bien pudo provenir del superior espíritu marcial y de la organización militar de su pueblo.

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