8008: Esfinge. Mármol alrededor del año 120-140 d.C. British Museum, Londres.

Creonte 2 fue regente de Tebas después de Layo 1, el padre de Edipo, y de nuevo tras la muerte de Eteocles 1, el hijo de Edipo. Durante su gobierno, tuvo que afrontar varias calamidades, entre ellas la de la Esfinge. Tras la guerra de los SIETE CONTRA TEBES, sumió a la tierra en un conflicto al negar la sepultura a sus enemigos.

La Serpiente Asesinada

Muchas calamidades sobrevinieron a Tebas en el transcurso del tiempo, y la razón podría ser que los gobernantes tebanos ofendieron a los dioses en varias ocasiones. Pues ya el fundador de la ciudad, Cadmo, consiguió provocar la ira de Ares, al matar a la querida serpiente del dios que custodiaba el manantial de Dirce, cerca del lugar donde se fundó Tebas. Por esa hazaña, Cadmo se vio obligado a servir a Ares durante lo que se llamó un año eterno, y tuvo que convivir con el poderoso clan de los Espartitas, nacidos de los dientes sembrados de la serpiente asesinada; además, al final de su vida, él y su esposa fueron convertidos en serpientes, tal y como había dicho Atenea:

Capital del desgobierno

Después de Cadmo vino Penteo 1, un gobernante arrogante cuyas extrañas ideas sobre la ley y el orden le hicieron oponerse a Dionisio 2, lo que le llevó a la ruina. Y como suele ocurrir cuando los estados son gobernados por necios, los forasteros tomaron el poder en Tebas. Pero como éstos no eran en absoluto más sabios, y encontraban con demasiada facilidad buenas razones para hacer la guerra y cometer otras atrocidades, Tebas siguió siendo la capital del desgobierno.

Los dioses castigan a la ciudad

El rey Lábdaco 1 (abuelo de Edipo) no era mejor que Penteo 1, y por eso también fue asesinado por los MAENADES, asistentes de Dionisio 2. Pero cuando llegó Anfión 1, un hombre al que Apolo amaba, la prosperidad reinó durante algún tiempo. Sin embargo, y como suele ocurrir, a la prosperidad le siguió la arrogancia, una rama particular de la idiotez que puede afectar a algunos gobernantes, y a los que los rodean; y así su esposa, bajo la impresión de que el poder de su familia la igualaba a los inmortales, ofendió a Leto. En consecuencia, los dulces hijos de esta diosa, Apolo y Artemisa, bajaron del cielo, y disparando sus flechas contra los NIOBIDS, dejaron la casa real desolada por la peste. Tal fue el fin de la dinastía de Anfión 1.

Amor al vino

Ahora bien, Layo 1 (padre de Edipo) se diferenciaba de su propio padre Labdaco 1, y también de Penteo 1, en que amaba el vino. No se sabe si preguntó «¿Qué tan bueno es el vino?»; pero está claro que no reflexionó «¿Cuánto vino?». Pues fue su excesiva ingesta de esta bebida divina, lo que le hizo desatender el consejo de Delfos. Y por eso Layo 1, que debía evitar engendrar un hijo, tuvo uno, que, como había predicho el oráculo, lo mató.

Primera regencia de Creonte 2

En aquel momento, nadie sabía quién había matado al rey de Tebas en algún camino estrecho, ni siquiera el propio asesino. Fue entonces cuando Creonte 2, sentado en el trono vacante, se convirtió en gobernante en Tebas. Durante su regencia, Anfitrión llegó con su prometida Alcmena y su hermanastro Licymnius desde Micenas, buscando el exilio y la purificación por la muerte de su futuro suegro Electryon 1, al que había matado accidentalmente. Creonte 2 lo purificó y recibió a los tres como exiliados en Tebas. Fue entonces cuando Anfitrión dio a su hermana Perimede 2 como esposa a Licymnius. Estos dos tuvieron tres hijos, dos de los cuales cayeron en batalla años después, luchando con Heracles 1 contra el rey Eurito 4 de Oechalia, una ciudad de dudosa ubicación. El propio Licymnius, que era hijo bastardo del rey Electryon 1 de Micenas, y el único de los hermanos que no murió a manos de los hijos del rey Pterelaus de Taphos, fue mucho más tarde asesinado accidentalmente por el hijo de Heracles 1, Tlepolemus 1, cuando éste estaba golpeando a un sirviente, y Licymnius corrió en medio.

Condiciones de Alcmena

Cuando la rencorosa Alcmena llegó a Tebas, declaró que no se casaría con Anfitrión hasta que éste vengara a sus hermanos, que habían muerto durante la guerra entre Micenas y Tafos, una de las islas de la costa de Acarnania en la costa occidental de Hellas. Anfitrión entonces, deseando casarse con ella pero careciendo de recursos para la campaña, pidió a Creonte 2 que le ayudara.

El problema de la zorra

Ahora, los malos tiempos se sustituyen por los buenos sólo lentamente y con dificultades (aunque los buenos tiempos pueden convertirse en malos de forma expeditiva). Y así, el gobierno de Creonte 2, de acuerdo con el currículo tebano, comenzó con tribulaciones. Pues tan pronto como llegó al poder, la ira de Dionisio 2 se abatió sobre la ciudad en forma de un zorro que estaba destinado a no ser capturado. A este zorro (conocido a veces como el Zorro Cadmeo) los tebanos exponían cada mes un niño en un intento de evitar que la bestia se llevara a muchos.

Creonte 2 ayuda a Anfitrión contra los tafiosos

Así que cuando Anfitrión pidió ayuda a Creonte 2, éste le respondió que se uniría a la expedición contra Tafos si Anfitrión libraba al país de la peste que lo asolaba. Entonces Anfitrión, al no poder hacer frente a la zorra inalcanzable, obtuvo de Céfalo 1 el perro que su esposa Procris 2 había recibido de Minos 2, el cual estaba destinado a atrapar todo lo que persiguiera. Y aunque el dilema que surgió cuando los dos animales se enfrentaron fue de tal naturaleza que requirió la intervención de Zeus, el problema se resolvió, sin embargo, cuando el dios convirtió a ambas bestias en piedra; y así Creonte 2 ayudó a Anfitrión, y cuando la guerra terminó Alcmena se casó con su prometido.

Creonte 2 da en matrimonio a sus hijas

Algún tiempo después Alcmena dio a luz a Heracles 1, hijo de Zeus y no de Anfitrión, y cuando este hijo creció, dirigió a los tebanos contra Erginus 1, el rey de los minios que impuso un tributo después de que su padre fuera asesinado por Perieres 2, auriga del padre de Creonte 2. Fue entonces cuando Creonte 2 recompensó a Heracles 1 dándole en matrimonio a su propia hija Megara. Estos dos tuvieron hijos: Therimachus, Deicoon 1, Creontiades y Ophites 1, pero todos fueron arrojados al fuego por su padre, cuando éste, en un ataque de locura, se entregó a la violencia doméstica. Algunos dicen que también Megara murió a manos de su marido, pero otros dicen que Heracles 1 la entregó en matrimonio a su propio sobrino y auriga Iolaus 1. También se dice que Creonte 2 dio otra hija más joven al hijo de Anfitrión, Ificles, que ya era padre de Iolao 1 por Automedusa, hija de Alcathous 3, hijo de Pélope 1.

La Esfinge

La prueba más grave a la que tuvo que enfrentarse Tebas bajo el primer gobierno de Creonte 2 fue, sin embargo, la calamidad de la Esfinge, que apareció asolando los campos tebanos, y declarando que no se iría a menos que alguien interpretara cierto acertijo que ella presentaba. Para hacer frente a esta adversidad, Creonte 2 hizo una proclama por toda la Hélade, prometiendo que daría el reino de Tebas y a su hermana Yocasta en matrimonio a quien resolviera el enigma de la Esfinge. Y como cuando se trata de adquirir poder, propiedades y mujeres, siempre hay muchos dispuestos a correr los riesgos que consideren necesarios, pasando no importa qué atrocidades, muchos acudieron y muchos fueron destruidos por la Esfinge, que los engulló uno a uno a medida que demostraban desconocer su enigma. Pues ese era el precio del intento en caso de fracaso.

Edipo recompensa a Creonte 2

Pero como también las calamidades deben terminar algún día, la Esfinge fue finalmente derrotada por Edipo, quien, habiendo escuchado el anuncio de Creonte 2, llegó a Tebas, y resolviendo el acertijo, hizo que la bestia se autodestruyera. Y como Creonte 2 cumplió su promesa, Edipo recibió tanto el trono de su propio padre, al que había asesinado por una nimiedad en un camino sin saber quién era el hombre, como a la hermana de Creonte 2, Yocasta, como esposa, ignorando que esta mujer era su propia madre. Estos son los extraños regalos con los que Creonte 2 recompensó a Edipo por haber destruido la Esfinge.

Fin del primer gobierno

De esta manera terminó el primer gobierno de Creonte 2. Y mientras algunos podrían decir que sus decisiones en este importante asunto fueron malas, otros lo absolverían, argumentando que Creonte 2 ignoraba quién era Edipo. Por lo tanto, dirían, no se puede culpar a Creonte 2, como tampoco se puede culpar a Edipo, que no sabía quién era él mismo. Y como estas dos opiniones no pueden conciliarse, podría aparecer una tercera, contra todo sentido, que culpara a los dioses, o al Destino, o a la Fortuna, o a cualquier otra fuerza, de arriba o de abajo. Y otros podrían sostener que Edipo fue, en cualquier caso, culpable de asesinato, ya que no mató a un hombre, sino a dos, y por un asunto trivial; y se podría considerar que Creonte 2 estaba fuera de sí cuando ofreció tanto el trono como la reina a un completo desconocido por un solo mérito. Por lo tanto, podrían añadir, ambos eran culpables, no tanto de los delitos que los hicieron famosos, sino de otras faltas; y siendo el uno criminal, y el otro incompetente, ambos fueron castigados y se sucedieron más calamidades.

El reinado de Edipo

Ahora, mientras algunos debaten estas interminables cuestiones, otros se enteran, primero: de que Edipo heredó el trono de Tebas y se casó con su propia madre, después de asesinar involuntariamente a su propio padre; segundo: de que su situación se reveló con el paso del tiempo; y tercero: de que tuvo que abandonar el trono que su astucia había ganado.

Creonte 2 a Delfos

Durante el reinado de Edipo, la esterilidad de los vientres y de las cosechas se abatió sobre Tebas, y como el malestar se extendió entre la población tebana, Edipo envió a Creonte 2 a Delfos para saber con qué actos se podrían evitar los problemas. A su regreso, Creonte 2 informó que el oráculo atribuía todas las desgracias a la culpa de la sangre relacionada con la muerte de Layo 1, y que la orden del dios era encontrar al asesino desconocido de Layo 1, y llevarlo ante la justicia. Edipo hizo iniciar una investigación, pero sólo para descubrir, a través del vidente Tiresias, que él mismo era el hombre que buscaba, y el asesino del antiguo rey. Y como Tiresias, como vidente, era siervo de Apolo, y fue desde el templo del dios que Creonte 2 había traído el consejo que ahora el rey, al llevarlo a cabo, veía volverse contra sí mismo, Edipo llegó a creer que Creonte 2 y Tiresias estaban conspirando contra él.

Creonte 2 niega la ambición de poder

Esta era sólo una acusación calumniosa a los ojos de Creonte 2; pues sabía que no era bajo su instigación que Tiresias había dicho lo que había dicho. Sin embargo, Edipo le llamó deshonesto, intrigante, bribón y falso delante de los ancianos tebanos. Fue entonces cuando Creonte 2 negó, como para calmar la sospecha del rey, cualquier ambición de poder:

«… ¿cambiaría algún hombre una vida tranquila, con el rango real asegurado, por un trono inquieto? Ser rey de nombre nunca fue parte de mi ambición». (Creonte 2 a Edipo. Sófocles, Edipo Rey 586).

Pero Edipo no se dejó convencer, y considerándolo un conspirador, habría dado a elegir a Creonte 2 entre la muerte o el destierro, si no hubieran intervenido los Ancianos y Yocasta, pidiendo clemencia por el juramento de inocencia de Creonte 2.

La abdicación y la maldición de Edipo

Pronto se reveló la verdad, y Edipo tuvo que renunciar. Sin embargo, su abdicación no condujo a la paz y la prosperidad en Tebas. Pues sus hijos, que le despreciaban por su miserable posición, tuvieron que escuchar como respuesta a su desprecio la terrible maldición que su padre pronunció contra ellos, cuando dijo que debían repartir su herencia a espada, y que su suerte sería:

«… por mano de un pariente morir y matar.» (Edipo a Polinices. Sófocles, Edipo en Colono 1385).

Los hermanos no están de acuerdo

Y aquí también algunos podrían argumentar que las maldiciones no pueden obligar a nadie. Sin embargo, aunque Eteocles 1 y Polinices (pues estos dos son los hijos de Edipo por su propia madre Yocasta) intentaron escapar de la maldición acordando reinar por turnos, año a año, se mostraron incapaces de dividir el reino por el consejo de la Igualdad; y escuchando en cambio a la Ambición con el mismo afán que antes habían escuchado al Desprecio, los hermanos provocaron tanto la guerra civil como la intervención extranjera, que es la locura recordada como la guerra de los SIETE CONTRA TEBES.

Ejército extranjero a las puertas

La coalición de los SIETE, dirigida por Polinices y seis jefes argivos, era más poderosa y abundante que las fuerzas dirigidas por Eteocles 1, que entonces se sentaba en el trono de Tebas. Por lo tanto, debería haber conquistado la ciudad. Sin embargo, las leyes de la guerra no son tan sencillas; y cuando el enemigo se preparó para atacar, Eteocles 1 ordenó a Creonte 2 que consultara al vidente Tiresias el mejor camino para ganar la guerra.

El remedio de Tiresias para salvar la ciudad

Ahora bien, los videntes suelen recetar remedios extraños, y Tiresias, no siendo una excepción, declaró que la ciudad se salvaría sacrificando a Meneceo 2, hijo de Creonte 2. Al oír este doloroso absurdo, dijo Creonte 2:

«¡Oh gran mal, dicho tan brevemente!»

… y siguió el siguiente diálogo:

Tiresias: Mal para ti, pero para tu país gran salvación.
Creon 2: ¡No oí; nunca escuché; renuncio a mi ciudad!
Tiresias: El hombre ya no es él mismo; está retrocediendo.
Creon 2: Ve en paz; no es tu profecía lo que necesito.
Tiresias: ¿Está muerta la verdad, porque tú eres desgraciado? (Eurípides, Mujeres fenicias 917 y ss.).

Este fue un duro golpe para Creonte 2, y una realidad difícil de comprender; pues los mortales buscan el poder creyendo que de él se derivan naturalmente la gloria y la felicidad. Así que preguntó al vidente cómo había caído esta maldición sobre él y su hijo, y Tiresias le explicó entonces por qué había que sacrificar a Meneceo 2 de este modo:

«En la cámara donde el dragón nacido en la tierra vigilaba los manantiales de Dirce, hay que ofrecerlo como sacrificio y derramar su sangre en el suelo, una libación de Cadmo, a causa de la antigua ira de Ares, que ahora venga la matanza de su serpiente nacida en la tierra. Si haces esto, ganarás a Ares como aliado. Si la tierra recibe fruta por fruta y sangre humana por sangre, volverás a encontrarla amable, que una vez nos envió una cosecha de hombres sembrados con cascos de oro; porque uno de los nacidos de los dientes del dragón debe morir. Ahora eres el único superviviente de la raza de los Sown, de sangre pura tanto por parte de tu madre como de tu padre, tú y tus hijos. El matrimonio de Haemon lo aleja de la matanza, pues ya no es soltero; aunque no haya consumado su matrimonio, está prometido. Pero este tierno joven, consagrado a su ciudad, podría al morir rescatar a su país; y amargo será el regreso de Adrasto y sus argivos (…) Elige uno de estos dos destinos: o salvas la ciudad o a tu hijo». (Tiresias a Creonte 2. Eurípides, Mujeres fenicias 930ss).

El hijo de Creonte 2 se sacrifica

Esto era demasiado, incluso para Creonte 2, y probablemente habría muerto en lugar de su hijo, si se pudiera sortear el Destino. Quiso enviar a Meneceo 2 a un lugar más seguro; pues Tiresias había dicho que contaría a los tebanos cómo estaba el caso. Pero el joven, que también había escuchado las palabras del vidente, no quiso dejarse vencer por la cobardía y privar así a la ciudad de su única oportunidad; y creyendo, como suele hacer la juventud, que el futuro y la prosperidad de los estados pueden depender de la voluntad de cada ciudadano de presentar sus ciudades con su propia vida, se dirigió solo a las almenas más altas, y clavándose una espada en la garganta, cayó sobre el lugar descrito por Tiresias.

Para rendir honor a los muertos

Así se ganó la admiración de Meneceo 2; pero si hubiera conservado la vida, nadie entre los tebanos lo habría perdonado, y la mayoría de los ciudadanos lo habrían llamado traidor, cobarde y ruin, argumentando que otros, a los que ningún oráculo ha llamado, están, sin embargo, codo con codo en el campo de batalla, desafiando a la muerte para defender su ciudad. En cuanto a Creonte 2, no sabía si alegrarse por la ciudad y el nombre de su hijo, o llorar por la pérdida de su hijo. Y sintiéndose piadoso, reverente y temeroso de Dios frente a la muerte, se dirigió a su hermana Yocasta para que le permitiera bañar el cadáver de su hijo; pues razonó que:

«… los que no están muertos deben reverenciar al dios de abajo rindiendo honor a los muertos.» (Creonte 2. Eurípides, Mujeres fenicias 1320).

… una ley sagrada que poco después descuidó, al negar la sepultura a sus enemigos, y afirmar:

«… es un trabajo infructuoso venerar a los muertos.» (Creonte 2. Sófocles, Antígona 780).

Segunda regla de Creonte 2

Esta es la extraña forma en que se salvó la ciudad, y los defensores, dirigidos por Eteocles 1, ganaron la guerra. Sin embargo, los hermanos, cumpliendo la maldición de su padre, se mataron entre sí. Fue después de su muerte que Creonte 2tío de ambos, pero aliado de Eteocles 1habiendo encontrado de nuevo el trono vacante, comenzó su segundo gobierno (como regente y protector del príncipe heredero Laodamas 2, hijo de Eteocles 1), ya que no sólo era victorioso sino que también estaba vivouna combinación muy dulce de términos.

Para curar las heridas

Ahora bien, las adversidades que las administraciones incompetentes, por muy pervertidas que sean, pueden causar en tiempos de paz, son pródigamente superadas por las aflicciones que son la secuela de la guerra. Porque además de las miserias comunes, las sombras de la sospecha virulenta siguen en el tren de la guerra junto con la amargura del rencor maligno, molestando las mentes con las llagas infectadas que las vejaciones y las crueldades de la violencia abierta causaron. Y eso puede durar toda una generación, o dos, o más, sembrando a menudo las semillas de las que crecen nuevos hombres armados dispuestos a luchar, como si fueran SPARTI. Sabiendo esto, el gran vencedor se apresura a ejercer la clemencia, y se convierte rápidamente en sanador de heridas, como hizo Ciro el Viejo cuando derrotó a Creso, en beneficio de ambos.

Creonte 2 pierde la perspectiva

Pero los grandes vencedores son pocos, y Creonte 2 no era uno de ellos. Y falto de generosidad, o quizás amargado por la pérdida de su hijo, fue presa del miedo o de la ira, dejándose vencer por su propia victoria. Para empezar, parecía temer a los muertos, o bien su cólera contra sus enemigos no conocía la moderación, o bien quería mostrar, como advertencia a los demás, las consecuencias de largo alcance que esperaban a los que se oponían a su gobierno.

Proclamación sobre el entierro de los enemigos

Y por una de estas razones, o por todas ellas, o por otras más difíciles de concebir, Creonte 2 emitió una proclama gubernamental prohibiendo el entierro de los soldados enemigos muertos -tanto tebanos como argivos- que yacían en los campos fuera de la ciudad. Tal era el grado de su odio hacia ellos; y para que se cumpliera la indignante orden, estableció guardias, expresándose muy claramente al respecto:

«A toda la raza de Cadmo se le proclamará esto: ‘Quien sea sorprendido adornando su cadáver con coronas o dándole sepultura, será castigado con la muerte'». (Proclamación de Creonte 2. Eurípides, Mujeres fenicias 1630).

Resistencia de Antígona 2

Uno de los insepultos era el hijo de Edipo, Polinices, contado entre los SIETE CONTRA TEBES, y el hombre que, tras ser desterrado de Tebas por su hermano Eteocles 1, se casó con una princesa de Argos, y convenció a su padre para que le ayudara a recuperar el reino reuniendo un ejército junto a otros reyes argivos. Hacer leyes sobre cadáveres indefensos le pareció absurdo a la hermana de Polinices, Antígona 2, y le preguntó al nuevo gobernante con qué autoridad lo había proclamado:

Creon 2: Este era el propósito de Eteocles, no el mío.
Antigona 2: No tiene sentido, y eres un tonto por obedecerlo.
Creon 2: ¿Cómo es eso? ¿No es correcto cumplir sus órdenes?
Antigone 2: No; no si son erróneas y desacertadas. (Eurípides, Mujeres fenicias 1645).

Todo el respeto negado

La amante hermana rogó que se le permitiera bañar el cuerpo de Polinices, y vendar sus heridas. Pero como eso hubiera supuesto rendir honores al cadáver, cosa que la ciudad había prohibido, Creonte 2 no concedió el permiso. Porque el Bien, pensó, debía perseguir al Mal más allá de la muerte, premiando al fiel servidor de su patria, vivo o muerto, y castigando para siempre a los que fueran contra él. Por eso negó a Polinices una tumba, resolviendo que debía quedar insepulto para ser devorado por los perros y los buitres, que había levantado la mano contra la patria.

Creonte 2 y su hijo Haemon 1

Pero como el miedo no tenía cabida en el corazón de Antígona 2, fue ella misma y cubrió con tierra el cadáver de Polinices, o bien lo arrastró a una pira funeraria. En cualquier caso (pues los relatos son muchos), Antígona 2 desafió la autoridad de Creonte 2. Para empeorar las cosas, esta chica era la novia del hijo de Creonte 2, Haemon 1. Ahora, algunos padres podrían reflexionar dos veces antes de tomar a una chica de los brazos de su propio hijo. Pero no Creonte 2; porque él era de la opinión de que la voluntad de un padre siempre debe ocupar el primer lugar en el corazón de un hijo. Y así Creonte 2 se encargó de la ingrata tarea de persuadir a su hijo de la necesidad de enviar a su joven novia al otro mundo por el crimen de enterrar a su hermano.

La exhortación de Haemon 1

Haemon 1 no se dejó persuadir, y en cambio pensó que su padre estaba a punto de cometer una atrocidad al condenar a Antígona 2 a la muerte por la acción, más bien honorable, de enterrar a un hermano. Y como consideró que este acto podía deshonrar a su propio padre, Haemon 1 le exhortó a reflexionar de nuevo.

Creon 2 condena a Antígona 2

Ahora bien, al igual que la autoridad es reacia a recibir instrucciones de los subordinados, a los ciudadanos de mayor edad no les gusta recibir lecciones de los jóvenes. Así que Creonte 2, prestando menos atención a la cuestión del bien y del mal que a la de la edad, encontró despreciables las opiniones de su hijo, y siguió adelante:

«La llevaré donde el camino está desierto, no visitado por los hombres, y la enterraré viva en una bóveda rocosa…» (Creonte 2 a los ancianos tebanos. Sófocles, Antígona 774).

También el viejo Tiresias acudió a él apelando:

«Concede el reclamo de los muertos. No patees a los caídos. ¿Qué proeza es matar de nuevo a los muertos? (Tiresias a Creonte 2. Sófocles, Antígona 1030).

Pero Creonte 2, sin embargo, hizo valer la ley y la autoridad y, según él, su propia posición como jefe del Estado. Sin embargo, pronto se enteró de que su hijo Haemon 1 se había suicidado, siguiendo a su novia hasta la muerte. Y después de él, su esposa Eurídice 12 se quitó la vida con una espada, cuando supo que su hijo había muerto. Porque, como dicen, las riquezas y el rango son vacíos donde no hay alegría, siendo como sombras insustanciales comparadas con la felicidad del corazón. Y la corona de la felicidad, dicen, es la sabiduría, mientras que los hombres arrogantes sufren, ya sea en público o en privado, fuertes golpes. Porque cualquier locura, también la que cuida de los buenos principios en exceso, conduce al dolor y a la confusión; y por eso Creonte 2 se encontró diciendo:

Supuesto destino de Antígona 2

Pero otros afirman que Antígona 2 y Hemón 1 no murieron en esta ocasión, sino mucho después. Cuentan, en cambio, que cuando ella infringió la ley, Creonte 2 ordenó a Hemón 1 que la ejecutara, pero éste, desobedeciendo a su padre, la confió a unos pastores, afirmando falsamente que la había matado. Con el tiempo, Haemon 1 se casó con ella y tuvo un hijo. Cuando este hijo, que podría ser Maeon 1, creció y acudió a los juegos de Tebas, Creonte 2 lo reconoció por la marca del dragón en su cuerpo, que todos los descendientes de los Espartitas llevaban. Se dice que incluso la intercesión de Heracles 1 rogando a Creonte 2 que perdonara a su hijo fue en vano; y cuando Haemon 1 fue testigo una vez más de la inexorabilidad y la incesante ira de su padre, optó por la muerte, matándose a sí mismo y a su esposa.

Guerra con Atenas

Pero otros dicen que Creonte 2 no vivió lo suficiente como para ver a un nieto adulto, y que el conflicto causado por su negación de la sepultura a la ofensa de Argivesan a los hombres y a los diosesprovocó aún una intervención extranjera, que condujo a su muerte a manos de Teseo. Porque Adrasto 1, el líder superviviente de los SIETE, y las esposas argivas llegaron a Atenas, no para quejarse de la muerte de sus maridos en Tebas, ya que eso, razonaron, es la ley de la guerra, sino para protestar contra la negación de Creonte 2 del fuego funerario y los últimos ritos de la muerte. Al enterarse del atropello, Teseo envió al heraldo Fegeo 7 con una rama de olivo y un sencillo mensaje:

«. . . que los argivos deben arder, o Tebas debe luchar». (Teseo a los tebanos. Estacio, Tebaida 12.598).

Ejército ateniense fuera de Tebas

Así es como Tebas, que acababa de ganar la paz a un alto precio de sangre, la perdió de nuevo. Pues Teseo, que ahora se veía a sí mismo como defensor de las leyes de todas las naciones y de los pactos del cielo, marchó inmediatamente contra Creonte 2 con una poderosa hueste que estaba persuadida del valor y la justicia de la empresa que le respaldaba; de modo que, mientras la rama de olivo era agitada por su heraldo dentro de Tebas, su ejército desfilaba fuera.

Muerte

La demostración no impresionó a Creonte 2; pues Tebas acababa de obtener la victoria y de arruinar a Argos. Eso, pensó, debería ser una advertencia para los atenienses. Dicen que Creonte 2 no entabló batalla sobre los cuerpos de los soldados argivos caídos; pero añaden que se abstuvo no por su piedad, sino porque deseaba que la carnicería que se avecinaba fuera mayor en un campo virgen. Fue en esta batalla donde Creonte 2 perdió la vida; y cuentan que al matarlo Teseo dijo:

«¿Ahora te complace dar a los enemigos muertos el fuego que les corresponde? ¿Ahora enterrarás a los vencidos? Ve a tu terrible ajuste de cuentas, pero ten la seguridad de tu propio entierro». (Teseo a Creonte 2. Estacio, Tebaida 12.779).

Así fueron derrotados los tebanos, y el terror se extendió en la ciudad que temía el saqueo. Pero como el propósito de la guerra era otro que el de la conquista, Teseo declaró antes de partir:

«No he marchado desde Atenas para destruir esta ciudad…sino para exigir la sepultura de los muertos.» (Teseo. Eurípides, Suplementos).

Sin embargo, los tebanos han afirmado que entregaron voluntariamente a los muertos para su enterramiento, negando haber entrado en combate contra Teseo. Otros han dicho que Creonte 2 encontró su fin en circunstancias completamente diferentes, siendo asesinado por Lico 6, un descendiente de Lico 5 de Dirphys en Euboea, cuando, viendo a Tebas debilitada por la disensión, se hizo con el poder en la ciudad. Creonte 2 era, en ese momento, el protector de la familia de Heracles 1 mientras éste realizaba sus trabajos. Lico 6 planeó asesinar a Anfitrión, a la hija de Creonte 2, Megara, y también a sus hijos de Heracles 1, razonando que:

«… Soy muy consciente de que maté a Creonte, el padre de esta mujer, y estoy en posesión de su trono. Así que no deseo que estos niños crezcan y se queden para vengarse de mí en desagravio por lo que he hecho.» (Lico 6. Eurípides, Heracles 166).

Sin embargo, Lico 6, hijo de Poseidón, fue impedido por Heracles 1, que lo mató a su regreso.

Tebas después de Creonte 2

En cualquier caso, a la muerte de Creonte 2, el trono de Tebas recayó en Laodamas 2, hijo de Eteocles 1. Y fue durante su reinado cuando los hijos de los SIETE CONTRA TEBES, conocidos como los EPIGONI, dirigieron sus ejércitos por segunda vez contra Tebas, que capturaron y entregaron al hijo de Polinices, Tersandro 1.

Lo que quedó muchos años después

El viajero Pausanias (c. 150 d.C.) afirma haber visto aún floreciendo sobre la tumba del hijo de Creonte 2, Menoecio 2, el granado que allí crecía con frutos rojos como la sangre en su interior. No muy lejos de él, vio también, marcado por una columna con un escudo de piedra encima, el lugar donde se mataron los hermanos Eteocles 1 y Polinices. Pausanias añade que toda la zona se llamaba «el Arrastre de Antígona», pues fue aquí donde ella arrastró el cadáver de su hermano Polinices hasta la pira ardiente de Eteocles 1, arrojándolo sobre ella.

Otros con idéntico nombre

Creonte 1 era hijo de Heracles 1 de una de las muchas hijas de Tespio. Creonte 3 es el rey de Corinto que desposó a su hija Glauce 4 con Jasón.

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

lg