Informe de un caso

Una corredora recreativa de 41 años acudió a la clínica de medicina deportiva para que le evaluaran un dolor bilateral de rodilla. Había sido atendida por dolor patelofemoral y había respondido a la terapia adecuada. Sin embargo, en los últimos 2 ó 3 meses, al intentar volver a correr, los síntomas volvieron a aparecer. Informó de que el dolor era mayor en la rodilla izquierda. Su médico de cabecera la había remitido a fisioterapia. Tras dos meses de fisioterapia, seguía sin poder retomar la actividad de correr que deseaba. El dolor estaba localizado en el aspecto médico de la rodilla izquierda. La paciente negó haber sufrido un traumatismo, inflamación, limitación de la amplitud de movimiento y síntomas mecánicos. Su historial médico era significativo para el dolor patelofemoral. No tenía antecedentes quirúrgicos. La medicación que tomaba era ibuprofeno, según necesidad, para el dolor. Había antecedentes familiares significativos de hipertensión. Estaba casada y negaba haber consumido tabaco, alcohol o drogas ilícitas. Su revisión de los sistemas arrojó resultados negativos, aparte de su dolor de rodilla, más a la izquierda que a la derecha.

La exploración física reveló a una mujer bien desarrollada y sin problemas agudos. La rodilla izquierda no presentaba derrame. Los resultados de la prueba de Lachman, la aprehensión y la prueba del cajón posterior eran negativos. Había sensibilidad en la faceta lateral de la rótula. La flexión forzada no produjo un aumento del dolor. La prueba de McMurray dio resultados negativos. La flexibilidad de los isquiotibiales era adecuada. Las caderas tenían una amplitud de movimiento completa y sin dolor. Había una marcada debilidad de la rotación interna y externa, así como de la abducción en la izquierda. La prueba ligamentosa a 0° y 30° con tensión en varo y valgo era estable y sin dolor. La resistencia a la abducción, la flexión de la rodilla y la rotación interna y externa de la cadera no produjeron un aumento del dolor. Había sensibilidad a la palpación sobre la cara central del ligamento colateral medial cuando cruzaba sobre la línea articular. Los resultados del examen neurovascular distal eran normales. No había signos de lesión y el resto de la exploración física también era normal.

Se obtuvieron radiografías de la rodilla izquierda en la clínica. Las vistas anteroposterior y lateral de pie (Figura 2) no demostraron ningún derrame articular ni otras lesiones óseas.

Radiografías planas de la rodilla izquierda. Las vistas anteroposterior (A) y lateral (B) de pie no revelaron ningún derrame articular ni otras lesiones óseas.

Debido a que el paciente tenía sensibilidad localizada sobre la bursa del ligamento colateral tibial, se pensó en una inyección de corticosteroides. Se le explicaron los riesgos y beneficios de este procedimiento, y aceptó recibir la inyección. La cara medial de la rodilla izquierda se preparó y se cubrió en condiciones estériles. Se inyectó en la bursa una mezcla de 1 mL de betametasona y 2 mL de lidocaína al 1%. La paciente toleró bien el procedimiento, sin que se observaran complicaciones (figura 3).

Inyección de corticoesteroides sobre la bursa del ligamento colateral tibial.

Debió continuar con fisioterapia para ejercicios de resistencia progresiva de cuádriceps y cadera y flexibilidad de los isquiotibiales con progresión a carrera completa. Fue vista en la clínica de medicina deportiva 2 semanas más tarde, momento en el que su dolor medial de la rodilla izquierda se resolvió. Aproximadamente 6 semanas después, durante su visita de seguimiento, volvió a correr con la resolución de su dolor patelofemoral y la debilidad de la cadera.

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