Digamos que estás absorto en una tarea, desplazándote por tu teléfono o leyendo un libro. De repente, esa sensación espeluznante se apodera de ti. Alguien te está mirando. Te giras para ver de quién se trata. Sea amigo o enemigo, la sensación en sí misma parece una especie de sexto sentido espeluznante. También es una parte necesaria del ser humano, una adaptación que mantuvo vivos a nuestros antepasados. ¿Cómo es que podemos hacer esto? En realidad es una característica importante de nuestra vista, nuestro cerebro y ciertos aspectos sociales de nuestra especie.
El fenómeno biológico se conoce como «detección de la mirada» o «percepción de la mirada». Los estudios neurológicos han descubierto que las células cerebrales que inician esta respuesta son muy precisas. Si alguien aparta su mirada de ti girando sólo unos grados a su izquierda o a su derecha, esa sensación inquietante se desvanece rápidamente. Los científicos sugieren que una compleja red neuronal está detrás de la detección de la mirada.
Hasta ahora, la red neuronal responsable en los humanos sigue sin identificarse. Sin embargo, un estudio con monos macacos descubrió los circuitos neurológicos responsables de la detección de la mirada, llegando incluso a las células específicas implicadas.
Sabemos que diez regiones cerebrales distintas están implicadas en la vista humana, y puede haber más. La corteza visual es la principal contribuyente. Se trata de una gran zona situada en la parte posterior del cerebro, que soporta muchos aspectos importantes de la vista. Pero otras áreas, como la amígdala, que registra las amenazas, también deben estar involucradas con la detección de la mirada de alguna manera.
Los humanos son sensibles a la mirada de los demás. Cuando otra persona cambia la dirección de su atención, seguimos automáticamente su mirada. Es algo más que ser depredadores, que como grupo son naturalmente sensibles y se sienten atraídos por los cambios en el entorno. También tiene que ver con la naturaleza cooperativa y social de los humanos y cómo hemos dependido unos de otros a lo largo de nuestra historia y desarrollo.
La corteza visual. Por Coxer, Wikimedia Commons.
Otra razón, si se observan los ojos humanos en contraste con otros animales, la esclerótica o parte blanca que rodea la pupila es mucho más grande. En la mayoría de las otras especies, la pupila ocupa la mayor parte del ojo. Esto es para ocultar sus ojos de los depredadores. Pero en el caso de los humanos, una esclerótica más grande nos permite notar rápidamente la dirección de la mirada del otro.
Por supuesto, no tenemos que estar mirando directamente a alguien para saber si nos está mirando o no. También podemos evaluar la dirección de su atención a través de nuestra visión periférica. Pero este método es mucho menos preciso. Un par de estudios concluyen que sólo podemos detectar con precisión si alguien nos mira fijamente a menos de cuatro grados de nuestro «punto de fijación central».
No siempre se trata de ver los ojos del otro. Con nuestra visión periférica, tenemos en cuenta la posición de su cabeza. Y otros indicios, como la posición de su cuerpo, nos hacen pensar que nos están mirando o no. ¿Y si no estamos seguros? Para estar seguros, el cerebro peca de precavido. Asume que nos están mirando, si hay alguna duda.
¿Y qué pasa cuando sentimos que alguien nos mira por detrás? Según un estudio de 2013 publicado en la revista Current Biology, eso no es más que un mecanismo de seguridad. Los seres humanos están programados para pensar que alguien está empezando a mirarnos cuando no podemos verlo, incluso si no tenemos ninguna evidencia que lo sugiera.
Estamos predispuestos a asumir que alguien nos mira por detrás. Getty Images.
El profesor de psicología Colin Clifford, del Centro de Visión de la Universidad de Sidney, descubrió que cuando las personas no pueden saber hacia dónde mira una persona, automáticamente asumen que la están mirando. «Una mirada directa puede ser señal de dominio o de amenaza, y si uno percibe algo como una amenaza, no querrá perdérselo», dijo. «Así que asumir simplemente que otra persona te está mirando puede ser la estrategia más segura.»
Mirar a alguien es también una señal social. Suele significar que quieres hablar con ellos. Como es nuestra inclinación natural asumir que alguien detrás de nosotros está mirando, la sensación que tenemos puede iniciar una profecía autocumplida. Cuando nos damos la vuelta, nuestra acción atrae la mirada de la otra persona. Pero cuando se encuentran con nuestros ojos, nos dan la impresión de que han estado mirando todo el tiempo.
Otra respuesta podría ser el sesgo de confirmación. Sólo recordamos las veces que nos giramos y alguien nos miraba (o parecía hacerlo), y no las veces que no lo hacía. ¿Y esa extraña sensación de cosquilleo? Es psicológica y emana del pensamiento de ser mirado, no del acto físico en sí.
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