Si el sol desapareciera, durante ocho minutos y medio no tendríamos ni idea de que el sol se ha ido. Seguiríamos viéndolo, como un fantasma, en el cielo sobre el lado diurno de la Tierra. En cuanto nos llegara la última luz del sol – ocho minutos y medio después de que el propio sol desapareciera – el sol se apagaría y la noche caería sobre toda la Tierra.

No hasta ese instante la Tierra navegaría en línea recta hacia el espacio. La teoría especial de la relatividad de Einstein nos dice que ninguna señal en el universo -ni siquiera el tirón de la gravedad- puede viajar más rápido que la velocidad de la luz: unos 300.000 kilómetros, o 186.000 millas, por segundo. Aunque libres de la gravedad del sol, viajaríamos a la misma velocidad que antes: unos 18 kilómetros, o 30 kilómetros por segundo. Así que la Tierra estaría viajando a la misma velocidad de siempre hacia la noche eterna.

Si usted estuviera en el lado nocturno de la Tierra cuando el sol desapareciera, podría no notar nada… al principio. Pero luego el cielo nocturno comenzaría a cambiar. Por ejemplo, si hubiera luna llena -que brilla con la luz solar reflejada- su luz desaparecería unos segundos después de que la luz del sol parpadeara. En el transcurso de varias horas, los planetas se apagarían uno a uno, al reflejar la última luz del sol hacia nosotros.

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