¿Qué es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida?

El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) es una infección causada por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), que mata o daña las células inmunitarias del organismo. El cuerpo no puede combatir las infecciones y ciertos cánceres. Las personas con SIDA pueden contraer infecciones oportunistas potencialmente mortales, causadas por virus o bacterias que no suelen enfermar a las personas sanas.

¿Qué causa el SIDA?

La infección por el VIH puede ser consecuencia de la actividad sexual, el uso de una aguja infectada o una transfusión de sangre. También puede pasar de la madre al feto o al bebé a través de la lactancia. El SIDA se desarrolla cuando el sistema inmunitario está tan débil que no puede combatir la infección, normalmente meses o años después de la infección por el VIH.

¿Cuáles son los síntomas del SIDA?

Muchas personas no presentan síntomas cuando se infectan por primera vez con el VIH. La mayoría de las personas permanecen sin síntomas durante meses o años, a pesar de que el virus sigue activo.

Algunas personas presentan una enfermedad parecida a un brote, con fiebre, cansancio y aumento de tamaño de los ganglios linfáticos, llamados glándulas hinchadas. Los niveles en sangre de los linfocitos T CD4 positivos (también llamados linfocitos T4), células clave para combatir la infección, descienden. Otros síntomas que se observan antes de la aparición del SIDA pueden ser la falta de energía, la pérdida de peso, las fiebres y sudores frecuentes, las infecciones por hongos duraderas o frecuentes y la pérdida de memoria a corto plazo. Algunas personas desarrollan infecciones por herpes que causan herpes zóster o llagas en la boca, los genitales o el ano.

Los síntomas más comunes del SIDA incluyen la infección de los pulmones, el cerebro o los ojos. Otros síntomas son la dificultad para pensar, la diarrea y la pérdida de apetito. Pueden aparecer aftas, una infección por hongos que provoca dolor al tragar y una capa blanca en la lengua. El SIDA aumenta el riesgo de contraer cáncer de piel y linfoma (cáncer del tejido linfático, parte del sistema inmunitario).

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