Las tablas lineales B reveladas
Cuando Arthur Evans comenzó a excavar en Cnosos, en Creta, en 1900, uno de sus principales objetivos era encontrar inscripciones y demostrar que los antiguos cretenses habían sido alfabetizados. Casi de inmediato se vio recompensado por el descubrimiento de losas de arcilla cocida, algunas rectangulares y otras con forma de hoja, que contenían dos tipos de inscripciones hasta ahora desconocidas. La primera, la Lineal A, representaba la lengua de los minoicos, que habían construido el gran palacio de Cnosos. La posterior, Lineal B, representaba una intrusión posterior de micénicos procedentes del continente. Se recuperaron más de 4.000 tablillas de la línea B en Cnosos. También se encontraron más de 1.000 en Pilos, en el Peloponeso, y se han recuperado cantidades menores en Tebas, Micenas, Tirinto y Chania. Pero a lo largo de los 40 años de trabajo de Evans en Cnosos, las inscripciones no pudieron ser leídas.
Las tablillas lineales B descifradas
¿Cuál era el lenguaje de las tablillas y qué decían? El problema central era la ausencia de un texto paralelo legible, como el de la Piedra de Rosetta, que contiene la misma información en jeroglífico, demótico y griego, de modo que el egipcio (desconocido) podía descifrarse utilizando el griego (conocido). La línea B tuvo que ser descifrada utilizando únicamente la evidencia de su propia forma. Fue un joven y brillante erudito, arquitecto (y antiguo navegante de bombarderos en tiempos de guerra) llamado Michael Ventris, quien descifró el código, aunque con contribuciones vitales de varios otros eruditos, incluido su estrecho colaborador John Chadwick. En primer lugar, se dio cuenta de que la Línea A y la Línea B eran escrituras similares, pero lenguajes diferentes. En segundo lugar, analizó estadísticamente la ubicación y la frecuencia de los diferentes símbolos dentro de las palabras individuales para comprender la estructura gramatical. En tercer lugar, en un salto especulativo, sustituyó los símbolos de la línea B por sonidos griegos. En este punto, el resultado podría haber sido un «revoltijo dislocado», si la Línea B no fuera griega. En cambio, el resultado fue un texto legible: las tablillas eran un conjunto de documentos oficiales de los archivos palaciegos, pero escritos en griego.
Las tablillas de la línea B interpretadas
Desde el contexto arqueológico, se sabía que la línea B era la escritura de los micénicos. Pero antes de 1952 nadie sabía quiénes eran los micénicos. La arqueología había revelado una rica cultura de la Edad de Bronce tardía, entre 1600 y 1100 a.C., pero la lengua y la etnia de sus creadores seguían siendo inciertas. Muchos estudiosos seguían dudando de que los micénicos fueran griegos y consideraban que la Ilíada y la Odisea de Homero eran totalmente mitológicas. El desciframiento de la Línea B zanjó esta discusión para siempre, demostrando que los micénicos eran griegos y arraigando las epopeyas de Homero en una antigua tradición popular que recordaba hechos reales ocurridos siglos antes. Trágicamente, Michael Ventris, el hombre que hizo este descubrimiento crítico, murió casi inmediatamente en un accidente de coche.
Este artículo es un extracto del artículo completo publicado en el número 34 de World Archaeology. Pulse aquí para suscribirse