Ira Bloom se autodenomina «evangelista» del yoga. De día, Bloom, de 52 años, es dentista en activo. Sin embargo, dos o tres veces a la semana, después de salir de su oficina, encontrará a Bloom en el Centro de Yoga del Gran Baltimore. Allí, durante una hora y media, practica una forma de hatha yoga conocida como Iyengar.
Bloom llegó al yoga por accidente hace unos cinco años. Un anuncio en el que se ofrecía una semana gratis de clases de yoga le animó a hacerlo, y desde entonces está enganchado. «Es una forma estupenda de mejorar la fuerza, ser más flexible y aliviar el estrés», dice Bloom. «Aunque Bloom dice que su objetivo final es practicar yoga todos los días, admite que su ajetreada agenda lo hace difícil. Pero, añade, incluso las dos o tres veces por semana que acude a las clases de yoga tienen una gran influencia en su rutina diaria. «Se traslada a la vida cotidiana», dice. «Aprendes a hacer tu vida como si hicieras yoga… a estar centrado, a respirar con más calma y a estar concentrado. Las pequeñas cosas no te molestan tanto».
Calmar la mente no sólo facilita la vida cotidiana, dice Robert Bulgarelli, DO, FACC, que practica la medicina cardiovascular integradora y preventiva en Cardiovascular Associates of Southeastern Pennsylvania, sino que también tiene efectos de gran alcance cuando se trata de proteger a los hombres (y a las mujeres también) de los daños físicos del estrés.
«El yoga, con su combinación de meditación y respiración, ayuda a sincronizar la mente y el cuerpo», dice Bulgarelli. Los hombres, añade, suelen restar importancia al estrés que sienten y, como resultado, tienden a desarrollar enfermedades cardíacas a una edad más temprana que las mujeres.