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Argentina es el último de una larga serie de países en establecer una nueva capital nacional. Establecida en 1987 en las inmediaciones de dos pequeños pueblos de provincia en la periferia de la Patagonia, la nueva ciudad difícilmente podría ser más diferente de la cosmopolita Buenos Aires. El objetivo del traslado es estimular el desarrollo de la Patagonia, frenar el crecimiento de Buenos Aires y romper con años de burocracia gubernamental ineficaz estableciendo un nuevo servicio civil de élite en la nueva ciudad. Este artículo examina las principales características del nuevo programa y ofrece una crítica basada en las experiencias de otros países en el establecimiento de una nueva capital.
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Este artículo se basa en una charla pronunciada en Buenos Aires en una conferencia sobre «El traslado de la capital: la experiencia internacional». Mi agradecimiento a la Comisión para la Consolidación de la Democracia Nacional, que organizó la reunión, a los delegados de la conferencia y a varios amigos argentinos que proporcionaron información sobre el nuevo proyecto. Agradezco especialmente a Jorge Hardoy y Tony O’Connor por sus detallados comentarios sobre un texto anterior.