Para mi pequeño bebé,

Tienes 6 semanas y no puedo imaginar que alguna vez seas diferente a como eres ahora. Eres mágica y te quiero incondicionalmente.

Pero, sinceramente… Estoy agotada.

La lactancia materna es agotadora-pareces querer amamantar en grupo todo el tiempo. No te gusta que te pongan en el suelo; a veces te quedas dormido en mi brazo y te despiertas de golpe en cuanto intento moverte o pasarte a otra persona.

Pero soy una madre por segunda vez y una experta en amamantar, una veterana de la lactancia, por así decirlo, y sé que este período es fugaz. Sé que un día echaré de menos todo esto y me preguntaré cómo he podido resentir un solo segundo de este tiempo juntos.

Extrañaré poder arreglar cualquier cosa y todo con leche. Cuando te vacunaron apenas hiciste ruido porque pude amamantarte justo después y eso te reconfortó. Cuando te cortaron la ligadura de la lengua cuando tenías un mes, soltaste un enorme chillido que se amortiguó al instante cuando te atraje hacia mí para que volvieras a aprender a amamantar.

Extrañaré que seas tan portátil. Puedo llevarte a cualquier sitio y no tener que preocuparme de que tengas hambre o sed o estés triste porque tenemos todo lo que necesitamos con nosotros: mis pechos para la leche materna.

Extrañaré tener una excusa para abrazarte todo el tiempo. Ignorar el caos de la casa a mi alrededor mientras te tranquilizas en mis brazos mientras te amamantas. Echaré de menos el subidón de euforia que siento cuando consigo que te relajes y te duermas.

Extrañaré sentir tu pequeño cuerpo contra el mío. Tu piel cálida, perfecta y sin manchas contra la palma de mi mano cuando te estrecho contra mi pecho. Echaré de menos la sensación de tu diminuta mano sobre mi pecho, en lugar de arañarme la cara, tirarme del pelo o arrancarme las joyas: ¡toda esa alegría vendrá después! 😂

Pero pronto, también echaré de menos eso. Echaré de menos las uñas en mi cara mientras amamantas. Los mordiscos experimentales y a la vez insoportables cuando te salen los dientes.

Un día necesitarás algo más que leche materna para consolarte. Un día necesitaré llevar bocadillos y agua a todas partes. Un día darás vueltas en la cama por la noche y, por la razón que sea, amamantarte para que te duermas no hará su magia como ahora.

Un día tomarás tu última copa y no me daré cuenta de que es la última. Tal vez acorte la sesión de lactancia porque es tarde y tengo que prepararme para el trabajo. Tal vez me impaciente o me frustre porque me muerde o me tira del pelo. Tal vez sea un momento normal y sin incidentes. Pero al día siguiente, te ofreceré mi pecho y dirás que no. Al día siguiente, volverás a decir que no.

Y así, nuestro viaje de lactancia habrá terminado.

No más soluciones sencillas. Se acabó el consuelo inmediato cuando te vacunan. Ayer llevé a tu hermana de 18 meses al médico y me sentí impotente mientras lloraba contra mi pecho, el pecho del que se destetó el día antes de que nacieras. Deseé que siguiera mamando para poder quitarle el dolor y el estrés.

No más amamantamiento para dormir, amamantamiento por una nariz congestionada, amamantamiento en un avión durante el despegue y el aterrizaje.

Me alegraré de que crezcas, igual que yo con tu hermana. Me alegraré de que hayas podido amamantar durante todo el tiempo que has querido, y de que juntos hayamos compartido ese vínculo entre nosotros. Pero por ahora, permíteme recordar que me encanta cada vez que mueves la cabeza hacia arriba y hacia abajo en el pecho de papá hasta que se vea obligado a entregarte a mí.

Déjame saborear el peso de tu cuerpo dormido en el pliegue de mi brazo, después de alimentarte. Déjame encontrar la alegría en las horas y horas que paso atrapado bajo tu cuerpo que se retuerce, empapado de sudor y leche mientras te revuelves entre los pestillos. Permíteme notar la belleza en todo el desorden, el aburrimiento y el agotamiento que conlleva la lactancia.

Porque un día todo desaparecerá y me preguntaré cómo he podido resentir un solo momento.

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