Del Libro del Profeta Isaías. 53:2-3
No tenía forma ni atractivo para que lo miráramos, ni belleza para que lo deseáramos. Fue despreciado y rechazado por los hombres; un hombre de dolores, y familiarizado con el dolor; y como alguien de quien los hombres esconden sus rostros fue despreciado, y no lo estimamos.

Del Libro de los Salmos. 27:8-9
Has dicho: «Busca mi rostro». Mi corazón te dice: «Tu rostro, Señor, busco». No escondas tu rostro de mí. No rechaces con ira a tu siervo, tú que has sido mi ayuda. No me rechaces, no me abandones, oh Dios de mi salvación.

MEDITACIÓN

«Tu rostro, Señor, busco. No escondas tu rostro de mí» (Sal 27,8-9). La Verónica -Bernice, en la tradición griega- encarna el anhelo universal de los hombres y mujeres devotos del Antiguo Testamento, el anhelo de todos los creyentes de ver el rostro de Dios. Sin embargo, en el Vía Crucis de Jesús, al principio no hizo más que un acto de amabilidad femenina: le tendió un paño a Jesús. No se dejó amedrentar por la brutalidad de los soldados ni por el miedo que se apoderó de los discípulos. Es la imagen de esa mujer buena que, en medio del desconcierto y la consternación, muestra la valentía que nace de la bondad y no deja que su corazón se desconcierte. «Bienaventurados los puros de corazón», había dicho el Señor en su Sermón de la Montaña, «porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Al principio, Verónica sólo vio un rostro golpeado y lleno de dolor. Sin embargo, su acto de amor imprimió en su corazón la verdadera imagen de Jesús: en su rostro humano, ensangrentado y magullado, vio el rostro de Dios y su bondad, que nos acompaña incluso en nuestros dolores más profundos. Sólo con el corazón podemos ver a Jesús. Sólo el amor nos purifica y nos da la capacidad de ver. Sólo el amor nos permite reconocer al Dios que es el amor mismo.

Oración

Señor, danos corazones inquietos, corazones que busquen tu rostro. Guárdanos de la ceguera del corazón que sólo ve la superficie de las cosas. Danos la sencillez y la pureza que nos permiten reconocer tu presencia en el mundo. Cuando no seamos capaces de realizar grandes cosas, danos el valor que nace de la humildad y la bondad. Imprime tu rostro en nuestros corazones. Que te encontremos en el camino y mostremos tu imagen al mundo.

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