Históricamente se ha pensado que el insomnio es secundario a otros trastornos como la depresión. La idea era que uno se deprimía – y que su sueño se estropeaba como consecuencia. Esto podría implicar dificultad para conciliar el sueño, excesivo tiempo despierto por la noche o despertarse antes de lo esperado.

Esto puede tener sentido para quienes han experimentado la depresión y han descubierto que los pensamientos de acontecimientos angustiosos, como los de un ser querido fallecido, o los fracasos anteriores, les mantienen despiertos por la noche. La posibilidad de que la depresión provoque insomnio también es coherente con la investigación en la que he participado, en la que descubrimos que los adultos con insomnio eran más propensos que otros a haber experimentado ansiedad y depresión en etapas anteriores de su vida.

Pero, ¿podría ser realmente al revés? ¿Podría la falta de sueño estar provocando la depresión? En la última década ha quedado cada vez más claro que las alteraciones del sueño suelen ser anteriores a un episodio de depresión, no posteriores, lo que ha contribuido a acabar con la idea de que los problemas de sueño son secundarios a otros trastornos.

Tampoco es difícil relacionar esto con la depresión: piense en cómo se siente después de haber dormido mal. Tal vez se siente lloroso o se arremete contra los que le rodean. La literatura parece respaldar la idea de que nuestra capacidad para regular nuestras emociones se reduce después de una mala noche de sueño. También se ha demostrado que el insomnio predice la depresión definida según los criterios de diagnóstico.

Entonces, ¿por qué dormir mal conduce a la depresión? Se han propuesto muchos mecanismos diferentes. Por poner sólo algunos ejemplos, empecemos por pensar en nuestro comportamiento. Yo, por ejemplo, soy más propenso a cancelar una salida con los amigos o una clase de gimnasia después de una mala noche de sueño. Esto podría ser parte del problema, ya que esos eventos son precisamente los que pueden ayudar a mantener a raya los síntomas depresivos.

Si pensamos en lo que le ocurre al cerebro cuando no dormimos, hay pistas de por qué el sueño y la depresión están relacionados. Un estudio sobre este tema se centró en un área del cerebro llamada amígdala. Se trata de una estructura con forma de almendra situada en las profundidades del cerebro que se cree que desempeña un papel importante en nuestras emociones y niveles de ansiedad.

Se descubrió que los participantes que habían estado privados de sueño durante aproximadamente 35 horas mostraban una mayor respuesta de la amígdala cuando se les presentaban imágenes emocionalmente negativas en comparación con los que no habían estado privados de sueño. Curiosamente, los vínculos con las partes del cerebro que regulan la amígdala también parecían más débiles, lo que significa que los participantes quizá eran menos capaces de controlar sus emociones. Estos hallazgos podrían ayudar a explicar cómo la falta de sueño puede realmente causar dificultades como la depresión.

Insomnio hereditario

A lo largo de los años, mi propio trabajo ha adoptado una perspectiva genética del comportamiento en un intento de comprender los vínculos entre la falta de sueño y la depresión. A partir de mi investigación con gemelos y del trabajo dirigido por otros, parece que los síntomas de la falta de sueño y el insomnio podrían ser, en cierta medida, parte del mismo grupo genético, lo que significa que si heredamos genes que nos hacen susceptibles al insomnio, también podemos ser vulnerables a la depresión.

Horas de soledad.

Al tratar de explicar el vínculo entre el sueño y la depresión, también me intrigan los trabajos recientes sobre el sistema inmunitario y la depresión. Los estudios han descubierto que las personas que sufren o corren el riesgo de sufrir depresión pueden mostrar altos niveles de inflamación en sus cuerpos. Su sistema inmunitario parece estar hiperactivo, como si estuviera luchando contra una infección o curándose de una lesión. Cuando perturbamos o restringimos el sueño también podemos experimentar inflamación, así que tal vez la inflamación también podría ayudar a explicar el vínculo entre el sueño y la depresión.

Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto? Desde hace algún tiempo se ha propuesto que mejorando el sueño tal vez podamos prevenir o tratar la depresión. Recientemente, han empezado a surgir datos de estudios que sugieren que esto puede ser así. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Oxford, en colaboración con el proveedor de terapia psicológica Self Help Manchester, evaluaron si un tratamiento online para el insomnio reduce los síntomas de ansiedad y depresión. Aconsejaron a las personas con estas dificultades que tomaran medidas como mantener una hora de despertar constante, salir de la cama cuando no puedan dormir y desafiar las creencias de que una mala noche de sueño es incapacitante.

Descubrieron que tanto los síntomas de ansiedad como los de depresión se redujeron tras el tratamiento del insomnio. Otros grupos están estudiando actualmente si al mejorar nuestro sueño podemos reducir también otros tipos de dificultades psiquiátricas. Pero incluso antes de que se complete este trabajo, el mensaje que se desprende de las investigaciones realizadas hasta la fecha es claro: tenemos que empezar a dar prioridad a nuestro sueño.

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